Pinus halepensis afectados por Tomicus destruens
Morfología y biología
T. destruens puede medir entre 3,5 y 4,5 mm de longitud, con la cabeza y tórax de color negro, los élitros de color castaño, igual que las patas. La oviposición tiene lugar en las galerías maternas, en unas incisiones
que hace la hembra a los dos lados de la galería. Los huevos son blancos, de 0,5 mm de diámetro, aproximadamente.
Aspecto de Tomicus destruens
El número de huevos que ponen las hembras puede variar entre 60 y más de 200. La larva es ápoda, encorvada, de color blanco, con la cabeza marrón. Cuando nacen apenas supera el mm de longitud, alcanzando en el 4º y último estadío
larvario la longitud igual o ligeramente superior a la de los imagos.
La pupa tiene lugar al final de las galerías larvarias, dentro de la cámara de pupa, situadas en la corteza o entre la corteza y la madera. Estas pupas son blanquecinas y presentan los apéndices del imago ya visibles.
T. destruens tiene dos etapas en su vida claramente diferenciadas: una subcortical en árboles debilitados, donde tiene lugar la cópula, puesta y todo el desarrollo de la nueva generación, y otra, en
las ramillas de las copas de los pinos vigorosos, donde los imagos se alimentan.
T. destruens comienza a volar desde mediados de septiembre hasta que la temperatura máxima es menor de 20 °C, algo que también puede ocurrir en periodos cortos de tiempo de diciembre a febrero en los que podrá volar.
Entre octubre y diciembre realiza la puesta de la primera generación, que emergerá durante marzo.
Cuando las temperaturas máximas en febrero o marzo vuelven a superar los 20 °C comienza de nuevo el vuelo reproductivo, produciéndose la puesta de la segunda generación, que emergerá en mayo o a lo máximo principios de junio.
Ambas generaciones son hermanas ya proceden de la misma generación parental.
La reproducción comienza tras localizar mediante el olfato (a larga distancia) y la vista (a corta distancia) el árbol hospedador. Una vez localizado, las hembras comienzan a horadar un orificio en la corteza de fustes y ramas
gruesas. Tras ella entra el macho, y tras la cópula, queda detrás de la hembra evacuando el serrín, mientras esta excava la galería, vertical y unirrámea. La hembra coloca cada huevo individualmente, en unas pequeñas incisiones
a cada lado de la galería, cementando posteriormente la oquedad para impedir el acceso a los depredadores de huevos.
Pareja de Tomicus destruens galería subcortical
A los pocos días nacen las larvas, que comienzan a perforar galerías perpendiculares a las maternas, rellenándolas de serrín y excrementos tras su paso para impedir la entrada de depredadores. La larva pasa por cuatro estadios
transformándose después en pupa dentro de una pequeña cámara en la parte interior de la corteza del árbol, que puede marcar la madera. El preimago, despigmentado, permanece algún tiempo en esta cámara, para salir luego
al exterior a través de uno orificio que horada en la corteza.
Ramillos perforados por Tomicus destruens y caídos por el viento
Tras ello vuela a las copas y se introducen en la médula de las ramillas terminales, para alimentarse y madurar sexualmente. Los imagos permanecen en las copas durante el verano, trasladándose de una ramilla a otra. Las puntas
de las ramillas muchas veces se tronchan, cayendo al suelo. La generación parental también necesita pasar un tiempo alimentándose en las ramillas entre la puesta de otoño y la de primavera.
Sintomas y daños
El género Tomicus produce dos clases de daño: galerías subcorticales en los troncos y ramas gruesas, y galerías en las ramillas de las copas. El ataque en las copas es irrelevante ya que los árboles a los que atacan
tienen suficiente vigor para regenerar las pérdidas. En cambio, los ataques en el tronco siempre son mortales, ya que a través de las galerías maternas y, sobre todo las larvarias se introducen hongos que producen la degradación
del floema del perímetro de la galería. Además, durante la alimentación de las larvas se produce una destrucción mecánica de los canales floemáticos.
Seleccionan árboles, o secciones del fuste, con corteza no demasiado delgada ni tampoco muy gruesa. No suelen atacar a los repoblados. Los árboles atacados son fácilmente reconocibles por los volcanes de resina amarilla que
bordean los orificios de entrada. En ocasiones pueden encontrarse árboles con ataques rechazados, vivos, pero con volcanes de resina.
Galerias y volcanes de resina
Prefieren reproducirse en árboles en estados iniciales de decaimiento, principalmente por estrés hídrico, competencia con otros árboles, dañados por fuego o mecánicamente. Se comporta como una especie primaria, capaz de matar
árboles muy poco debilitados y no suele atacar a árboles previamente atacados por otros escolítidos (salvo casos muy raros en Pinus pinaster atacados por Ips sexdentatus).
En ausencia de daños episódicos, como incendios o sequías, los árboles con más riesgo de ataque son los situados en suelos pobres, poco profundos, de escasas precipitaciones y con exceso de pies por ha. También se han detectado
ataques frecuentes en árboles muy viejos (>80 años), posiblemente ligado a la senescencia. Otro factor de riesgo son los trabajos forestales de clareo y entresaca, ya que en ciertas condiciones se han registrado ataques
en los árboles intactos.
Especial atención hay que prestar a los episodios de sequía intensa y prolongada, ya que predisponen al ataque de Tomicus destruens no sólo a árboles individuales, sino a grandes masas de arbolado. Entre 1994 y 1996
fueron afectadas cerca de 40000 ha de pinar en la Región de Murcia, tras una prolongada sequía.
El abandono en el monte de leñas de los trabajos forestales es un perfecto material de reproducción y una vez que sus poblaciones adquieren altos niveles, pueden convertirse en verdadera amenaza para otros árboles y masas.
En situaciones de plaga, al comienzo los árboles muertos aparecen sueltos, o en corros poco numerosos. Las poblaciones del insecto van aumentando rápidamente y los focos se van convirtiendo en manchas continuas, cada vez
más extensas.
El diagnóstico visual se basa en la presencia de volcanes de resina amarillenta en los fustes y ramas gruesas. Habitualmente este síntoma se detecta tras el amarilleo súbito de la copa. Con el descortezado se confirma la presencia
de la especie. Esta decoloración se produce en los estados avanzados de infestación, cuando los parentales y parte de la generación hija ya han abandonado el hospedador.
Esto contribuye a dificultar su control ya que los tratamientos de apeo y descortezado del árbol solo son parcialmente eficaces, al actuar solamente sobre parte de la población hija y prácticamente nada sobre la parental. En
árboles muy debilitados o apeados no se forman los volcanes de resina, por lo que su diagnóstico se efectuará tan sólo por descortezado e identificación de galerías.
Se deben distinguir dos tipologías de daños, con modos de gestión diferentes.
DAÑOS EXTENSOS, en áreas forestales. Se han propuesto los siguientes grados de afección:
Grado 0: Rodal con algunos pies muertos, posibilidad de ataques rechazados.
Grado 1: Rodal con pies muertos dispersos.
Grado 2: Rodal con pies muertos y algunos pequeños corros dispersos.
Grado 3: Rodal con clara evidencia de grandes corros o muchos pequeños corros con tendencia a mortandad masiva.
Grado 4: Mortandad masiva.
DAÑOS LOCALIZADOS, en áreas de uso público parques y jardines.
Grado 0: Mortandad de algún pie y ataques rechazados en otros.
Grado 1: Mortandad de menos de la mitad de los pies.
Daños extensos, grado 1
Daños localizados, grado 2
Daños extensos, grado 2
Daños extensos, grado 2